Sunday, June 11, 2006

prueba

Bienvenidos de nuevo al Gran Circo, esta vez desde Wimbledon (...) esto, perdón, Silverstone. La mítica pista que dio origen a la Formula 1 moderna hace 56 años ya.

La carrera prometía emoción, acción, adelantamientos por doquier y sed de venganza por parte de la escudería del ‘caballino rampante’. La realidad ha sido, muy a mi pesar, bastante distinta. El final del Gran Premio, después de ver los entrenamientos clasificatorios del sábado, parecía que iban a ser de infarto. Los tres mejores pilotos del campeonato, cada uno abanderando de las tres escuderías punteras, formaban las primeras posiciones de la parrilla. Cinco luces rojas y comienza la cuenta atrás. Cuatro y los motores a pleno régimen. Tres y todos pendientes al luminoso deseando no tener que levantar los brazos en señal de problemas. Dos y ya no hay ni tiempo de pestañear. Una y el corazón palpita con más fuerza que nunca. De repente todas apagadas y a pisar el acelerador y las levas de las marchas lo más rápido posible mirando por los retrovisores vigilando que nadie de los de atrás se te cuele y mientras tanto con la vista centrada en la pista para iniciar la maniobra del viraje a derechas de Copse. Pero desgraciadamente los 6 primeros quedaron en la misma posición. No hubo ni un mísero intento de adelantamiento